Velintonia mon amour

 Esta tarde visité la casa desvencijada y absolutamente olvidada, por la mano de Dios y la del hombre, de Vicente Aleixandre: "la casa de la poesía" o, en otras palabras, Velintonia.


Mis dos poetas de referencia del siglo XX español siempre han sido Miguel Hernández y Aleixandre, pero no sólo por su producción, sino por algo mucho más importante que resuena amplificadamente con mi ser sin quebrantos: ser coherente con los latidos vitales y su norte de existencia, la interiorización de sí mismos y de su no yo sin reclamos. 


Quizás la pésima salud de ambos y un contexto adverso a sus voluntades les sirvió, con mucho más ahínco, para entender que la vida jamás espera a nadie y que no elegirse es siempre una derrota asumida con la voluntaria deshonra de un alma que se arrastra cabizbaja ante su destino.


Decir sí a la vida es decir sí al destino..., con un ojo frontal puesto en el camino y con la mano abierta sobre el corazón - sin cursivas - como pulso del segundero de un río que zigzaguea, pero que nunca vuelve a contener el mismo aliento.


No es opción para muchos el abatimiento reclinado ante múltiples pazguatos, pues hay una sangre que mana chillando, más allá de la piel y las cenizas, cuando la maraña de Aracne se debate entre tejidos que no alcanzan el tamaño del hombre.


Como declamara Virgilio, con exvoto consabido desde la garganta del Hades, sólo la determinación es lo que hace rodar a Fortuna, antes que replegarse cual Eneas frente a Dido, del mismo modo que un perro castrado se guarece del golpe de un bastón en algún rincón polvoriento. 


De profundis clamavi ad te, Domine..., ad honorem.  💖🌟

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